lunes, 27 de abril de 2015

Lunes

Un hermoso departamento que me habita
Una tranquilidad anhelada que finalmente un día simplemente llegó.
A mis pies el tiempo en abundancia.
Una piel cálida
Una almohada repleta de sueños
Tengo casi todo lo que quise y a la vez no tengo nada

No hay recuerdos de amor que me lleven a volar
Ni presente

jueves, 19 de marzo de 2015

El sillón

Él terminó conmigo un martes y dos días después se embarcó a un viaje por Asia que duró casi un mes.

Sabía que las cosas entre nosotros ya no eran como al principio, pero no quería someter nuestra relación a la eutanasia, no sin antes intentar al menos una vez reanimarla. Pero el veredicto final llegó, y no había nada más por hacer. Así que él se alejó y yo me quedé  llorando en mi departamento, hasta que perdí la noción del tiempo. 

A la mañana siguiente me desperté a la misma hora de siempre. Eran las 7.30am y mis ojos estaban más hinchados de lo normal. En un principio dudé qué hacer pero finalmente me obligue a salir de la cama, no sin antes prometerme seguir adelante. Fue en ese momento que comenzó mi plan de desamor. 

Durante los siguientes 30 días me encargué de borrar a Él de mi mente y cubrir los espacios que había dejado en mi vida.  Salí casi todos las noches. Por voluntad propia o por insistencia de amigas. Bebí, reí mucho, y  me reencontré con Ale, con Bruno y con Fernando. También conocí a Demo y me di una oportunidad con Pedro. Me divertía, claro que sí, pero ninguno era Él, a quién ya ni nombraba. Me había acostumbrado a dormir siéndolo cerca y ese recuerdo me sorprendía de vez en cuando. Me despertaba pensando que estaba ahí, sentía su presencia, pero el cuerpo que me daba calor era el de otro hombre.

En esas semanas también comencé a tocar la guitarra,  arranqué el gimnasio, y empecé a escuchar música desde temprano (muy temprano). Había encontrado en ella una puerta de salida para escaparme de los pensamientos circulares que siempre me llevaban al mismo lugar. Llegué a pasar unas diez horas por día escuchando canciones de bandas de todos lados del mundo.

Y así pasaron dos meses. Semanas cargadas de rutinas que contenían días de treinta horas, y  me sentía mucho mejor. Hasta había comenzado a conocer a alguien, un hombre dulce, un escritor, que me llenaba de poemas. Íbamos al cine,  hablábamos de música, películas y libros, pero también nos confesábamos nuestros anhelos.  Todo parecía renacer, hasta que un día pasó lo que de alguna manera deseaba que pasara: me llegó un correo. Era de Él y no supe que hacer.

***

Nunca entendí porque volvimos a vernos. Simplemente estaba otra vez ahí, parada en la esquina de Congreso y Ciudad de la Paz, esperando a que llegue. Nuevamente era martes (odiaba que fuera otra vez martes) y la tarde estaba lluviosa y llena de nostalgia. Pensé que estaba viviendo un paralelismo psico-cósmico, y fue en ese instante cuando sentí que el destino se burlaba de mí. De pronto me ví atrapada en una mala película romántica.
Finalmente Él llegó y subí a su auto corriendo. Estaba tan tensa que cuando me senté noté que no podía estirar los dedos de los pies. Respiré profundo y lo miré. Su barba estaba muy crecida. Nunca lo había visto tan lindo. Estaba feliz de tenerlo cerca y fue en ese momento cuando todo lo que había trabajado en terapia se fue por la borda.  ¿Por qué seguía enamorada? ¿Estaba aún enamorada? No podía entender nada de lo que pasaba pero los dos estábamos nuevamente ahí, en un mismo tiempo y espacio.
Dimos varias vueltas y  terminamos en un pequeño bar cerca de una estación, de esos que venden cervezas artesanales y tienen muchos muebles de madera. De esos que son ideales para ir en invierno, porque resultan muy cálidos a la vista.

Igual que en nuestra primera cita, nos sentamos en la barra, nos contamos varias anécdotas y dimos varios giros discursivos. Recién luego de la cuarta cerveza comenzamos a hablar de nosotros. Qué incierto era todo. Al menos para mí. Cuánto nos queríamos. Cuánto nos habíamos extrañado. Hablamos y hablamos, pero ninguno pudo definir nada más, así que comenzamos a discutir y en la misma sintonía salimos del bar, llegamos a su auto, y luego a su casa.
Entrar a su departamento fue como un cambio de escena: de pronto estábamos los dos más tranquilos. Él aprovechó la tregua para darme unos regalos que había comprado para mí en su viaje y yo me morí de ternura. Y así, entre la emoción y las sonrisas, surgió la ternura y finalmente decantaron los besos.     
Volvimos a abrazarnos y entre mimos viajamos al sillón. Otra vez estábamos ahí, en ese enorme mueble gris que había sido sostén de nuestras charlas, cenas y largas siestas. Hablamos un poco más y luego de un rato, casi por inercia, tomamos un par de libros que estaban sobre una mesa  que teníamos en frente. Él eligió leerme un relato que cuenta que un puente no se puede mantener en pie si solo se sostiene de un lado. Yo le leí un poema de Girondo que habla de la imposibilidad de amar a alguien que no sabe volar.

Esa noche dormimos juntos una vez más.   

***

Creí despertar primero, pero él llevaba un rato recostado a mi lado y con los ojos abiertos. Estaba en silencio. Era tarde y ambos teníamos que ir a trabajar ¿por qué no me había despertado antes?.
Sofocada por la inacción de ambos, tomé impulso y salte hacía afuera de la cama. Me duché y traté de apurarme para irme lo antes posible de su casa. Mientras me vestía pensaba que todo lo acontecido la noche anterior no había sido suficiente para borrar los motivos de nuestra separación. Él vivía aferrado al pasado y yo habitaba en el presente. Mi existencia tal vez era demasiado real.

Con el pasar de los días entendí la triste paradoja: esta vez era yo la que emprendía un viaje, uno que no sabía adónde iba a terminar.
El tiempo pasó y lejos quedó ese departamento monocromático, pero de vez en cuanto no puedo evitar extrañar ese lugarcito gris que fue nuestro por momentos.  




El amor en tiempos de tinder

Era joven y encantador. Un economista progre que de alguna manera te había llegado a gustar. Y de pronto... un beso. Y de pronto... piel y mas piel. Y de pronto... estaba en Tinder y vos no tenías en claro porque te había dejado de ver.

Simplemente sucede...